lunes, 8 de julio de 2013

Capítulo dos.



Capítulo dos.
ANTERIORMENTE.
- Soy Harry... Harry Styles –––– susurra.

Capítulo nuevo.
- Encantada de poder conocerlo, señor Styles –––– contesto con una sonrisa de oreja a oreja, extendiendo mi mano para estrecharla con la suya.

Harry asiente con su cabeza, sonríe y, efectivamente, estrechamos nuestras manos. Un escalofrío recorre mi cuerpo, pero no le doy importancia.
Vuelvo a mirarle y me fijo en su sonrisa, los hoyuelos que se le marcan son simplemente gloriosos. No tengo más palabras para describirlos.

Durante unos segundos nos miramos sin decir absolutamente nada.

- ¿No va a sentarse a mi lado?

La pregunta me coge tan desprevenida que abro los ojos en modo de asombro.

- Pensé que si lo hacía me podía tomar como una acosadora o algo por el estilo.

Ambos sonreímos. Y sus ojos se vuelven a clavar en los míos. Dios, podía pasarme la vida así.
Sacudo la cabeza mentalmente, ¿pero qué estoy diciendo? Si Briggit me viera me mataría. No puedo encapricharme de este semental, simplemente no puedo. Juré que nunca más iba a sufrir por ningún hombre, que nunca más me enamoraría, que no habría amor, ni sentimientos, que solo los utilizaría para complacerme y disfrutar.

Pasan los minutos y la conversación se vuelve cada vez más interesante. Él es interesante, las palabras que salen de sus labios son interesantes, sus labios... Sí, puedo confirmar que sus labios son muy interesantes.

- Bueno, he visto que se ha cansado de su acompañante.

Sonrío
, y sin darme cuenta me muerdo el labio.

- ¿Se ha fijado?
- Como para no hacerlo, es realmente preciosa.
- ¿Intenta seducirme?
- ¿Lo estoy consiguiendo?

Vuelvo a sonreír.

- Puede.

Le doy un trago a mi copa. Esto está yendo realmente bien. Creo que podré conseguirlo, aunque tengo miedo... 
Miro a Harry con una sonrisa y me disculpo para ir al lavabo.
Camino firme, sin mirar a mis alrededores, no puedo, ahora no.
Entro en el baño de señoras, justamente están las otras dos chicas del bar. Las ignoro y voy a lo mío. Entro en uno de los váteres, cierro la puerta, bajo la tapa y me siento sobre él.
Inhalo, exhalo, inhalo, exhalo.

Tengo miedo. Estoy asustada.

Este chico... Si sigo conversando con él me va a acabar gustando, lo sé. Pero sus labios son tan tentadores, oh Dios... 

Resoplo.

Es un trato. Un simple trato. Un acuerdo entre amigas para divertirse, no hay por qué tomárselo tan en serio. Intento tranquilizarme a mí misma.

Ya está. Todo listo. Harry Styles dentro de veinte días me desearás tanto que dejarás todo de lado por el simple echo de no apartarte de mí ni un segundo. Sí, así será.

Salgo de allí menos nerviosa, sabiendo todo lo que tengo que hacer y diciéndome a mí misma que todo saldrá a pedir de boca.
Al abrir la puerta del lavabo me encuentro de nuevo con su mirada, esa mirada intensa que hace que mis piernas flaqueen. No, por favor ahora no. Maggie, mantén la calma. 

Llego hasta donde está él. Ahora hay otras dos copas encima de la barra. Supongo que las habrá pedido él, otra copa más que no sale de mi bolsillo. Será mera cortesía.

- Esos hombres de allí le han comido con la mirada.

Giro mi rostro hacia el sitio donde se encuentran todos aquellos hombres de lo que habla.

- No creo que haya sido para tanto –––– susurro avergonzada.
- ¿Acaso no me cree?

Sus ojos verdes me miran de nuevo en busca de una respuesta.

- No he dicho eso.
- Tampoco lo ha negado.

Sonrío. Y me coloco un mechón detrás de la oreja.

- Dígame, Maggie. ¿Cuál es su mayor miedo?
- Oh, la conversación se ha vuelto seria.
- Es hora de hacer preguntas interesantes.
- ¿Me está diciendo que no he echo ninguna pregunta interesante durante la noche, señor Styles?
- Puede.

Ambos sonreímos.

- Enamorarme.
- ¿Enamorarse? De eso no hay que tener miedo.
- Pues yo lo tengo.
- A lo mejor no ha encontrado a la persona indicada.

Humedezco mis labios.

- ¿Persona indicada? Le creía una persona inteligente. No me diga que cree en eso de que hay una persona indicada para cada uno de nosotros.
- Es usted muy poco romántica, ¿no?
- Últimamente sí.
- ¿Últimamente?
- Exacto.
- ¿Podría explicarse?
- Podría, pero no quiero.

Harry sonríe y bebe un sorbo de su nueva copa.

- ¿Se cree graciosa?
- De hecho, lo soy.
- ¿Pero solo en sus ratos libres o es así todo el tiempo?
- No lo sé, tendrá que averiguarlo por sí mismo.
- ¿Cómo?

Sonrío. Oh sí. Ahora me toca a mí. Vamos a jugar un poco.
Con una pícara sonrisa muevo toda mi melena hacia un lado, desprendiendo así el jugoso aroma de mi cabello, dejando que llegue hasta donde está Harry. Y, como tenía pensado, así lo hace. Harry inhala el perfume con auténtico sigilo, intentando que yo no lo vea, cuando en realidad si lo he visto y sonríe complaciente, creyendo que no me he dado cuenta de nada. Primer paso dado.

- ¿Qué tal si... Por ejemplo –––– humedezco mis labios con suma lentitud y veo como el deseo recorre su cuerpo –––– Quedamos un día... Y comprobamos si soy así de graciosa todo el tiempo?

Poso una de mis manos sobre su pierna derecha. Y una carga eléctrica recorre mi cuerpo, ¿qué coño había sido eso? Aparto mi mano de inmediato, y miro a Harry. Él también lo ha sentido. Aunque no le doy muchas vueltas a la cabeza porque al mirar hacia sus ojos las ideas se desvanecen en mi mente. Es tan perturbador.

- Me parece una idea bastante apetecible. Solo que se olvida de algo.
- Dígame, ¿qué se me ha quedado por el camino?
- Que no tengo ningún medio para localizarla.

Esto cada vez se pone más interesante.

Muerdo mi labio inferior y sonrío. Su mirada, oh, por favor. Como este irresistible hombre me siga mirando así responderé antes mis actos.

Me acerco a su oído, y noto como se estremece. Me encanta.

- Tome mi tarjeta. Y llámame cuando pueda.
- Vale... –––– balbucea, con la respiración entre cortada.

Tomo otro sorbo de mi copa, el último. Y vuelvo a sonreír victoriosa. Muere de deseo por mí.

- He pasado una buena noche, señor Styles, pero es hora de irse a casa.
- No me he diga que es como Cenicienta, que a las doce tiene que estar en casa.

Me río, y vuelvo a humedecerme los labios. 
Cuanto daría por poder quedarme toda la noche charlando con él. Pero no puedo, sé cual va a ser mi táctica y esto no entra dentro de mis planes. Así no conseguiré nada.

Me levanto de la butaca, y lo miro por última vez. Es tan bello.
Sus rizados cabellos vuelven a caerle por la frente, tapando la mitad de sus cejas marrones, como el color de su cabello. Sus ojos, esos hipnóticos ojos verdes me embelesan, me dejan casi sin aliento. Es que me mira con esa mirada... Que Dios, desearía poder besarle ahora mismo. Dejando pasar su nariz perfilada, se encuentran esos labios carnosos que llevo admirando toda la noche, esas tentadoras comisuras rosadas que aturden a cualquier mujer cuerda. Y no es solo su perfecto rostro, su cuerpo. Sus brazos marcados, sus manos de hombre, sí, esas manos grandes que sirven para dar abrazos de oso de peluche. Dios, su torso escondido detrás de la camiseta blanca, con letras en negras. Los pantalones caídos le favorecen, son negros, algo viejos, pero sensuales, muy sensuales.
Dios, me he quedado embobada ante sus encantos. 

Tengo que irme. Sino nunca me llamara. No tendrá interés en mí.

- Maggie.

Vuelvo mi vista hacia él. Mientras me coge de la mano y me tira hacia donde se sitúa.

- ¿Qué? –––– susurro tragando saliva. Dios.
- Se le olvida la última cosa.

Miro hacia los lados, y seguidamente me centro en sus ojos.

- ¿El... Qué?
- Esto.

Siento como apoya una de sus manos sobre mis mejillas. Su calor invade mi rostro. Se acerca a mí y en cuestión de segundos tengo sus labios sobre los míos. Oh Dios, que sensación tan... Tan... Abrumadora.
Esos tentadores labios siguen sobre los míos, y su lengua rodea la mía formando una sola. Me encanta esta sensación. Me encanta tenerlo sobre mí. Su otra mano roza mi espalda, la toca y sube poco a poco hasta mi cabello, enredándolo entre sus dedos. Oh, sí.
Separa unos segundos sus labios de los míos y vuelvo a reclamarlos, necesito tenerlo de nuevos pegados a los míos. Con lo que en un instante vuelvo a tenerlo solamente para mí. Su lengua juega con la mía, me gusta, me encanta, me... Dios. Me flaquean las piernas.
Finalmente separa sus labios de los míos y se queda parado a unos centímetros de mí. Y yo sigo ahí, con los labios separados y reclamando aún más, pero ha terminado, todo esto ha terminado.

- Encantado de haberle conocido.


    No hay comentarios:

    Publicar un comentario