lunes, 8 de julio de 2013

Capítulo uno.


                         


Capítulo uno.
"Desaparece, el sol comienza a caer... Se está haciendo de noche, pero no te preocupa, sabes que volverá, ¿por qué no lo haría? No tendría lógica que no volviese a tu lado, no tendría lógica que acabase con algo que estaba comenzando. Hasta que te encuentras con la cruda realidad, esa que te muestra que solo eres un número más de la interminable lista de chicas con las que se ha acostado. Patético, pero cierto."

Resoplo angustiada.

'- ¿Cómo amar puede doler tanto? –––– pienso para mis adentros, resoplo y sigo con mis pensamientos –––– Amar es para débiles.'

Tomo el último sorbo del chupito. Siento como el ardiente licor entra en mi garganta y recorre todo mi cuerpo, quemando todos los malestares de éste.
Al terminar hago un pequeño ruido, algo así como una extraña mezcla entre placer y dolor, todo unido. Luego vuelvo a resoplar, cansada, mientras apoyo uno de mis codos sobre la barra de aquel singular bar.

Sin saber por qué una lágrima resbala por mi sonrojada mejilla. La limpio de inmediato, para que nadie pueda percatarse de lo sucedido.

Seré sincera, ¿por qué no serlo? No tengo nada que perder. Aquella lágrima mostraba como me encontraba interiormente. Rota.

'- ¿Por qué muestran el amor como una cosa maravillosa, única e inexplicable? ¿Por qué? –––– realmente espero alguna respuesta, pero no la obtengo, obviamente. Esto no es más que un pensamiento, nadie puede responderme.'

Alzo la vista en busca de un camarero. Nada. Ni rastro. Necesito otra copa.
Humedezco mis labios e intento borrar recuerdos de mi mente. Borrar personas, borrar momentos, borrar conversaciones... Ojalá existiera un botón que los borrara a todos de inmediato, lo agradecería eternamente.

- ¿Desea algo más, señorita?

Señalo mi vaso, lo agarro y lo cambio de posición. Ahora está más cerca del camarero.

- Otra de éstas –––– consigo susurrar.

Veo como aquel hombre barbudo, de unos cuarenta años, prepara de nuevo uno de mis licores favoritos.
Quiero huir y dejar todo atrás, todo, absolutamente, todo. Lo pienso durante un instante... Y lo único que logro sacar es que quiero es un cambio brusco en mi vida. Ser menos sentimental, menos sensible, menos entregada en una relación, darle menos importancia a las cosas...

Quiero jugar, quiero jugar con los hombres igual que ellos han echo conmigo. Quiero que sientan en sus propias carnes el dolor que he sentido yo. Y eso es exactamente lo que haré a partir de ahora.


Justo unos meses después en aquel mismo bar.

Nada más entrar, con una sonrisa dibujada en mi rostro, me suelto el pelo, dejando que tome la forma que mejor le venga.
Hoy estreno vestido, corto, muy corto, negro y entallado. Me lo compré en una tiendita de por aquí cerca hace al menos un mes, nunca pensé que iba a ponerme algo así, pero miradme, llevo un vestido que me queda como anillo al dedo. Me gusta, sí... Y sé que no pasa desapercibido porque nada más quitarme el abrigo negro, unos cuantos hombres posan mi vista en él. Patético, ¿verdad? Pero, sinceramente, me encanta.
Me siento en una de las butacas cerca de la barra. Como es usual no hay nadie atendiendo, así que espero impaciente para tomarme un gintonic.

Conocía cual iba a ser el objetivo de esta noche. Briggit ya me había dejado bastante claro.
Después de haber estado estos dos meses engañando, dejando y acostándome con hombres que casi no conocía, tenía otro nuevo reto. Enamorar profundamente a un hombre en un plazo máximo de veinte días.
Al principio la idea me parecía bastante fácil, pero ahora que la examino con más precisión creo que, a lo mejor, no puedo llegar a hacerlo.
Sacudo mi cabeza y suspiro. Sé que no me voy a echar atrás, un trato es un trato y este lo voy a cumplir, como que me llamo Maggie.

Recorro mis dedos sobre la barra en busca del candidato perfecto. Hay varios hombres, unos guapos y otros no tanto, aunque bastante interesantes.

Resoplo distraída y suelto la primera frase que se me viene a la mente; ¿qué se supone que hay que hacer para que te sirvan una copa en este bar?.

- Es una osadía que tengamos que estar esperando tanto rato por una misera copa, ¿no crees? –––– escucho una voz grave, masculina, a mis espaldas.
Podría decir sin ni siquiera observar a aquel joven que sería atractivo, de unos veinte años y de un alto estándar.

Bingo. Ya tenía al hombre perfecto.

Al instante giro mi rostro con una de mis mejores sonrisas. Pícara, como no, pero con un ligero toque de dulzura. Y le lanzo una de esas miradas que solo una pequeña parte de mujeres sabemos lanzar, esa que nos hacen aún más interesantes de lo que ya somos de por sí.

- Estoy totalmente de acuerdo contigo –––– digo en un tono bajo, dulce, sin apartar en ningún momento la sonrisa de mi rostro.
- Soy Derek –––– alza su mano para que la estreche con la mía.
- Yo, Maggie.

Inclino mi mano hasta donde está la suya, y las entrelazamos cordialmente. No hay chispa entre nosotros, no hay nada, pero tampoco me importa. Esto solo se trata de un reto entre amigas, así que no pasa nada.

Observo con detenimiento su esbelto cuerpo.
Alto, podría decir que estaría casi llegando al metro noventa; con unos grandes ojos marrones, bastante bonitos. Siendo sincera todo en él me resultaba atractivo; su pelo corto, rubio y perfectamente peinado hacia un lado; unos labios finos y tentadores que escondían unos dientes blancos y alineados, todo en conjunto formaban una sonrisa agradable.
Y en lo que se refiere a cuerpo, Dios, sus bíceps se le marcaban por toda la camisa, los abdominales, los brazos marcados por el gimnasio, todo era realmente encantador.

Dejo por un momento de contemplarlo y fijo toda mi atención en la chica que acaba de entrar en la barra.
Se acerca con una sonrisa de oreja a oreja a nosotros, quien dice a nosotros, dice a mi nuevo acompañante. Sinceramente no me preocupa en absoluto, he echo esto antes, y lo haré ahora de nuevo, no tengo ningún tipo de miedo.
Así que me relajo, y miro distraída mi móvil un instante. Tengo un mensaje de Briggit; 'no te olvides de lo acordado, ya me contarás como va todo, ¿no estás tan emocionada con esto como yo? sdfksdhf, te quiero.'
Sonrío al ver escrito "sdfksdhf", esta Briggit es incorregible.

- Me pone un... –––– no consigo escuchar lo que dice Derek, sigo entretenida con el mensaje de mi amiga.
- ¿Y a usted? –––– me mira con recelo. Y esto hace que las ganas de sonreír aumenten, pero no es la ocasión indicada, ya me reiré de ella más adelante. Como por ejemplo cuando me lo lleve a mi casa, sí, eso estará mejor.
- Pues...

Oigo como una voz se me adelanta, no dejando que concluya con mi frase.

- ¿Me dejarías invitarte a esta copa?

Muestro una sonrisa de satisfacción en mi rostro, sin que él se pueda dar cuenta, claro, sino el juego perdería su gracia.

- Sino es molestia...
- Para nada.

Miro a la camarera sonriente. Sin objetar nada sirve las copas pedidas con anterioridad.

Sonrío y reflexiono durante un escaso segundo sobre esta situación. Y llego a la conclusión de que con un vestido corto, una buena base de maquillaje y un poco de carácter, todos los tíos de los bares caen ante mis pies. Ilógico ¿verdad? Esta sociedad se ha convertido en eso, puro físico.
Y claro, quien lo tiene, lo aprovecha, como hago yo.
Y así, noche sí, noche no acudo a bares donde no tengo que pagar ni una sola copa.

La noche se me hace larga, Derek habla demasiado, para mi gusto. Intento concentrarme en la conversación pero es algo insostenible, no tiene ni pies, ni cabeza. Tanta belleza junta tenía que tener algo oculto; ser un completo pesado.
Miro a mis alrededores de reojo. Nada interesante. Más bien, nadie interesante. Hasta que... Por fin empieza a alegrarse la noche.

Centro toda mi atención en el chico que acaba de entrar. Se desabrocha con lentitud los botones de su abrigo negro, es bastante atractivo. Lo deja sobre el perchero que hay en la entrada y luego se sienta a pocos metros de mí y mi acompañante, Derek.
En estos últimos meses había visto chicos preciosos, tipo Adonis, chicos que no pasan desapercibidos en ningún momento, pero nunca, repito, nunca había visto algo parecido a él. Alguien que sin haberme mirado una sola vez, ya me sedujera. ¿Quién ha causado eso en mí? Nadie... Excepto él.
Su magnetismo secreto me había dejado abrumada. Tenía que acercarme a él, tenía que hacerlo, la necesidad se estaba comiendo mi ser.
Cualquier excusa sería válida para acercarme. ¿Pero cuál?

Tenía que deshacerme de este individuo.
Piensa, Maggie, Piensa... ¡Ajá!
El viejo truco de la llamada automática.

En un momento de descuido, en el que Derek sigue hablando de por qué decidió estudiar medicina, cojo mi móvil, voy directa a la aplicación nueva que me descargué hace un par de semanas. Sirve para simular que te están llamando, cuando en realidad no lo están haciendo. Es una forma rápida y sencilla de deshacerte de tipos pesados como este. Le programo para dentro de quince segundos. Guardo el móvil con sigilo, y sonrío como sino hubiese pasado nada.
Cinco, cuatro, tres dos, uno... ¡Listo! El móvil empieza a sonar.

- Disculpa –––– susurro.

Él asiente mientras bebe otro sorbo de su bebida.

- ¿Si?... ¿Andreu?... Mi amor, sí, sí he salido a tomar unas copas... No, yo solo tengo ojos para ti, cariño... Claro... Te llamo luego, amor... Te quiero.

Vuelvo mi vista hacia Derek, que está inmóvil frente mí.

- Bueno... Ha sido una buena noche, encantado de haberte conocido, Maggie. Ya nos veremos.

Y algo aturdido, se bebe toda su copa, y busca otra presa que captar.
Sonrío victoriosa.

Miro a mis alrededores, solo somos tres chicas en el bar, lo que me hace que tenga un 33,333% de posibilidades de llevarme a este chico tan fascinante a casa.
No sé que hacer, ni qué decirle, ni cómo debo actuar... ¿Hace cuánto no me siento así de débil? Hace más de tres meses. Simplemente me dedico a mirarle, es abrumador. Su presencia realmente me abruma.
Sus rizos le caen débilmente por su frente, tiene la cabeza agachada y la mirada algo perdida. Casi no he podido ver sus ojos verdes, pero son preciosos. Su belleza me escandaliza, me aturde.

- ¿Le puedo ayudar el algo, señorita?

Siento como mi corazón da un vuelco de ciento ochenta grados. Sus ojos se clavan en los míos. Y balbuceo.
¿Qué coño me está pasando? ¡Maggie, céntrate!

- Es que... –––– resoplo –––– No sé lo que tiene, que no me deja pensar con claridad. ¿Le suele pasar a menudo a la gente de su entorno?

Él sonríe, y mi estómago me da un pequeño pinchazo. No quiero ni pensar que era eso.

- La verdad es que no. ¿Y usted es?

Su voz ronca sinceramente me gusta, mucho. Demasiado. Me recuerda a la de un cantante que ahora no logro identificar.

- Soy Maggie, Maggie Stewart –––– sonrío y lo miro. Parece confuso, creo que piensa que soy una loca, buen trabajo. –––– Siento si le he molestado, realmente no era mi intención.
- No, no se preocupe, no lo ha echo. Es que no todos los días te dicen cosas así, ¿me entiende?.

Vuelve a sonreír, y siento como poco a poco encojo. ¿Sabéis a qué sensación me refiero? Pues a mí nunca antes me había pasado.

- Sí, por supuesto que lo entiendo –––– susurro, perdida en su mirada –––– Sería realmente encantador saber su nombre.

Sus ojos verdes se clavan en los míos.

- ¿No me reconoce?
- ¿Debería hacerlo? –––– pregunto sin saber por qué ha echo ese inoportuno comentario, ya que para inoportuno fue el que anteriormente había pronunciado.
- No, simplemente preguntaba –––– contesta e inmediatamente sonríe. Y otro pinchazo se asoma por mi estómago, no sé el por qué de lo que me está pasando y realmente me gustaría saberlo.

Resoplo, e intento controlar mis nervios. No quiero que los note, sino todo esto se iría al traste.

- Soy Harry... Harry Styles –––– susurra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario