Capítulo veintiuno.
ANTERIORMENTE.
Por un momento pienso que a lo mejor no es Briggit, y me asusto.
Mi corazón va a mil por hora.
Y de pronto siento una mano sobre mi brazo. Pero qué demonios...
Capítulo nuevo.
Agarro la mano que acaba de posarse sobre mi cuerpo. Es pequeña y delgada, y está completamente congelada.
Tiro de ella hacia mí, y la tumbo en un segundo en la base de mi cama.
Las clases de defensa personal han tenido su fruto.
- ¡Maggie, soy yo! –––– murmura asustada.
Suelto sus manos de las mías, y al hacerlo, me abraza. Siento su acelerado corazón bombeando contra mí pecho.
- Briggit –––– susurro aliviada, y la abrazo con más fuerza.
Tengo la respiración entre cortada, y mis palpitaciones rozan velocidades que nunca antes han rozado.
- ¡Me has asustado!
Briggit se sienta sobre mi cama y noto como todo su cuerpo tiembla. Ni sé si pensar que está de ese modo por el terrible susto de ahora, o por alguna otra cosa que seguramente no querré saber, pero terminaré sabiendo.
Enciendo la luz en una milésima de segundo y observo la cara de mi amiga.
Está realmente asustada.
- Briggit, ¿qué cojones pasa?
- Maggie... –––– susurra –––– Es Harry, te necesita.
Oh... No.
Esas palabras llegan directamente a mi corazón y hace que éste de un vuelco de unos trescientos sesenta grados.
Arranco el coche, mientras limpio las lágrimas que derrapan por mis sonrojadas mejillas, y conduzco, con rapidez, según las instrucciones de Briggit.
No tenía que haberlo dejado solo, tenía que haber hablado con él, tenía... Dios, si sigo pensando me va a estallar la jodida cabeza.
Pasan los minutos, largos y eternos, y gracias a no sé el qué llego a mi destino: el Collins. Una discoteca muy frecuente entre la gente adinerada justo en el centro de Londres.
Salgo del coche con el corazón en la boca y todavía sollozando. Me limpio las últimas lágrimas y voy en busca de Harry. Solo espero que esté bien, solo eso.
Me dispongo a entrar en el bar cuando el robusto portero me para.
- Disculpe, no puede entrar así.
Miro mi atuendo y suspiro. Solo son unos vaqueros y un suéter, ¿qué tendrán de malo?
- Pero...
- Son normas que tiene la empresa.
- Mi novio... Mi novio está ahí dentro, necesito verlo. Necesito saber cómo está.
- De verdad que lo siento, pero no puedo ayudarla.
- ¿¡En serio!? ¿No puede ayudarme? –––– grito.
Pongo mis manos sobre la sien y suspiro nerviosa.
- Señorita es mejor que se vuelva a casa.
- ¿Sabe usted qué jodida hora es? ¿De verdad se cree que vendría a estas horas sino fuera por una maldita urgencia?
- No... No lo sé. Pero yo no puedo ayudarla. Me despedirían.
Me importa una jodida mierda si lo despiden yo solo quiero ver a Harry y matarlo. Matarlo a besos.
De pronto una chica alta y rubia se acerca hasta el portero.
- ¿Su entrada? –––– tartamudea.
Esta es mi oportunidad.
Sin pensarlo dos veces corro hacia dentro del local.
- ¡Señorita, espere! ¡Señorita! –––– oigo a mis espaldas, y yo corro aún más rápido.
Bajo las escaleras a un ritmo frenético. Corro por el pasillo, mientras todos posan su mirada en mí.
¿Pero dónde demonios se ha metido Harry?
Paro durante unos segundos. Todo está demasiado oscuro, y para colmo, hay muchísima gente.
Intento respirar de la mejor forma posible, casi no consigo llenar mis pulmones de aire.
- ¿Maggie? –––– grita una voz ronca y muy familiar.
Es él. Harry, mi Harry.
Narrado por Harry.
Consigo ver con poca nitidez a Maggie. ¿Es ella, de verdad que es ella?
Restriego mis ojos en busca de respuestas algo más claras, pero supongo que después de tomarte más de ocho copas pierdes ciertos sentidos y entre ellos la vista.
Noto como cada vez la imagen de Maggie se va haciendo más y más grande, creo que se está acercando a mí.
Los ruidos de la sala hacen que mi cabeza gire y no haga más que girar. Quiero morirme. Quiero que me maten ahora mismo. Maggie no se merece todo lo que le voy a hacer pasar.
Narrado por Maggie.
Corro hacia Harry lo más rápido que puedo. Está en una de las esquinas, sentado, casi tirado en el pequeño sillón negro cobrizo.
Me arrodillo ante sus pies y lloro. Sollozo entre sus piernas. Está ebrio, muy ebrio, pero al fin y al cabo está perfectamente.
Harry agarra mis manos y hace que mire hacia él. Miro con firmeza sus ojos verdes, ahora rojos de tanto alcohol y muestro una leve sonrisa.
- Pensé... Dios... Pensé.
Y de nuevo me pongo a llorar. Las lágrimas no cesan. No puedo parar y no sé por qué. Nunca me había sentido tan frágil e indefensa, nunca después de lo de Zayn.
Harry me aúpa con sus brazos y me pone sobre sus piernas. Rodeo su cuerpo con mis brazos y poso con suavidad mi cara sobre su hombro. Siento como sus enormes manos se posan sobre mi espalda y me protegen.
Harry huele mi pelo y sonríe. Después lo besa y vuelve a olerlo.
- Hueles a lavanda –––– consigue susurrar en mi oído.
Abrazo con más fuerza su cuerpo y siento los latidos de su corazón contra mi pecho. Este vínculo... Esta conexión... Nunca en mi vida la había tenido con nadie. Nadie me había echo sentir tan fuerte y tan débil al mismo tiempo, y esto, realmente, me está llegando a asustar.
- ¿Qué haces aquí, Maggie?
- Comprobar que estás bien.
- Qué haría yo sin ti... –––– murmura y me vuelve a besar el pelo.
- Lo que has estado haciendo estos últimos diecinueve años.
Suspiro intentando tranquilizarme y miro a Harry con dulzura. Creo... Creo que me gusta más de lo que pensaba.
- Gracias por acompañarnos hasta mi coche y, sobretodo, por no llamar a seguridad cuando he entrado ahí como una psicópata –––– digo con una pequeña sonrisa en mi rostro, mientras abro la puerta de mi coche.
- Harry es un buen amigo y ya se ha metido en suficientes problemas esta noche, lo mejor es que lo lleves a casa.
- Muchísimas gracias de verdad.
Me meto ágilmente dentro de mi coche, y pongo las llaves.
- Maggie... No le tengas en cuenta lo de esta noche, lo ha pasado muy mal.
¿Qué se supone que debería tenerle en cuenta? ¿Lo sumamente ebrio qué está? ¿El numerito que he tenido que montar para poder ayudarlo?
¿O...
- Supongo que no se lo tendré en cuenta. Si es que hablamos de lo mismo, porque... Hablamos de lo mismo, ¿no?
Michael, el portero se aleja del vehículo mientras hace un gesto de despedida con la mano. Creo que me esconde algo, y espero no tardar mucho en darme cuenta de qué es.
Pongo en un tono muy, muy bajo la radio. Me duele la cabeza, y sé que a Harry le dolerá aún más.
Suena "drunk" de Ed Sheeran, perfecto tema para esta situación.
Miro de vez en cuando a Harry de reojo, se ha quedado dormido.
El semáforo se ha puesto en rojo, y subo un poco más la canción.
Observo a Harry. Es todo un Adonis, incluso dormido. Se mueve de un lado para el otro, como si buscara su pequeño hueco para dormir tranquilo.
- Lo siento muchísimo, Maggie –––– susurra Harry con una voz muy ronca desde su asiento. Está hablando dormido –––– Te juro que no quería hacerlo.
Decido no hacerle mucho caso y seguir a lo mío. Verde.
Conduzco con tranquilidad por las silenciosas calles de mi barrio. Y en menos de cinco minutos termino de aparcar delante de mi casa.
- Harry –––– susurro. Y lo miro.
- Mmm...
Me quito el cinturón y voy hacia él. Le beso la mejilla, luego la sonrojada nariz y por último los carnosos labios.
- Harry hemos llegado.
- ¿Maggie? –––– murmura confuso.
- ¿Puedes subir tu solo o necesitas que te eche una mano?
- Yo... Creo que puedo yo. Supongo –––– dice con dificultad.
Harry pasa su mano por sus ojos, luego por su frente hasta recorrer todo su cabello. Y en unos míseros segundos ya está del todo despierto, aunque sigue bastante ebrio.
Me bajo del coche y espero a que Harry llegue hasta mí, y cuando lo hace entrelazo mi mano con la suya. Es realmente enternecedor. Todo él lo es.
Abro la puerta y al ver como sube Harry los cuatro escalones del portal decido por primera vez coger el ascensor. Nunca antes lo había cogido ya que vivo en un primero y no me hace falta. Supongo que para todo hay una primera vez.
Aprieto el número uno y espero a que las puertas se cierren.
Harry me mira de reojo. Y yo le devuelvo la mirada.
Poco a poco se acerca a mí y sonríe. Sonríe pícaro y malicioso, y eso, sin duda alguna, me encanta.
Posa una de sus manos sobre mi trasero y la otra sobre mi mejilla. Me acerca mucho más a él y yo sonrío. Tengo muchas ganas de besarle, y creo que él siente exactamente lo mismo que yo.
Voy hacia sus labios, y los beso. Siento sus dulces comisuras sobre las mías. Y sonrío.
Harry sujeta mi trasero con más fuerza y posa la otra mano también en él. Al cabo de dos segundos me coge en sus brazos. Yo rodeo su cintura con mis piernas y él la mía con sus manos.
Me besa. Sabe muy fuerte, como a licor, y aunque no me es del todo agradable sigo besándole.
Su lengua se entrelaza con la mía, y formamos una sola. Separo sus labios de los míos y vuelvo a sonreír. Le beso. Beso con suavidad sus comisuras y él me pide más.
Las puertas del ascensor se abren, y él sigue besándome.
Me bajo de sus brazos, entrelazo mi mano con la suya y lo guío hasta la puerta de mi casa. Hoy va a ser el gran día. Sí, por fin.
Abro con suma rapidez.
Harry cierra la puerta y me sonríe. Sus hoyuelos son la cosa más sexy que he visto nunca.
Me empuja contra la puerta y me besa el cuello. Un, dos, tres besos en el cuello. Siento sus manos sobre todo mi cuerpo.
Alargo mis manos hasta su camisa y se la quito del golpe. Miento, sus hoyuelos es la segunda cosa más sexy que he visto.
Sus oblicuos y su torso desnudo despiertan a la diosa que llevaba dormida durante varias semanas.
- Qué tendrán los ascensores... –––– murmura Harry con malicia.
- Cállate.
Agarro su pantalón y lo atraigo hacia mí. Lo beso. Siento su lengua recorriendo todas las partes recorribles de mi boca. Muerdo su labio y él sonríe, yo sonrío.
Me quita con sumo cuidado mi camisa y luego se moja los labios. Me acerco a él y vuelvo a besarlo. Separo mis comisuras de las suyas unos milímetros y lo miro a los ojos. Sus ojos verdes penetran en los míos de una manera extraordinaria.
Beso su hombro, su clavícula, la parte inferior de su cuello. Y Harry resopla, ahoga todos sus deseos en un resoplo.
Muerdo su cuello con suavidad y lo chupo. Quiero dejarle una marca que deje bien claro a quien pertenece este hombre.
Cojo la mano de Harry y lo llevo hasta mi habitación. Sé que a Briggit no le gustaría que hiciéramos nada en el salón. Y yo respeto mucho sus normas, sobretodo porque es su casa.
Tumbo a Harry sobre mi cama y me pongo frente a él. Él se apoya con los codos para poder verme mejor y se muerde los labios, no para de hacerlo. Y cada vez que lo hace, siento un cosquilleo por todo mi cuerpo.
Harry alarga su mano, coge la evilla del cinturón y me atrae hacia él, me lo desabrocha con lentitud, mientras sus ojos verdes me deslumbran. Cuando ha terminado de quitármelo, le da un pequeño beso a mi estómago y luego baja con suavidad mis pantalones, que caen desplomados al suelo.
Lo tiro hacia atrás y le quito los suyos. Me pongo encima de él y lo beso. Beso su ombligo, y le dejo un rastro de besos hasta su cuello. Apoyo una mano sobre la cama y me dejo caer sobre su cuerpo casi desnudo.
Beso con deseo sus carnosos labios.
- Maggie... –––– susurra jadeando.
- Dime...
- Te quiero.
Mierda.
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